ÁREAS de
INVESTIGACIÓN

Medios de Comunicación y Estructura de la Información

| Artículos de opinión

Chernóbil. Por un ecologismo auténtico, responsable y nacional.

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
accidente nuclear, Chernóbil, Chernobyl, ecologismo, Greenpeace, mitos



28-07-2014 | Si nos dejáramos llevar por Greenpeace y organizaciones ecologistas del estilo, creeríamos que en Chernóbil explotó, más que un reactor, una bomba atómica. La creencia no es caprichosa; obedece a los argumentos que la organización ecologista ofrece a la hora de ganar militantes a su causa anti-nuclear: hacer pasar por potenciales bombas atómicas a las centrales nucleares dispersas por el mundo.


Hecho este comentario, pasemos a repasar brevemente lo sucedido con la central nuclear de Chernóbil en la Unión Soviética, el 26 de abril de 1986. Se trató, en efecto, del más grave accidente jamás producido en la industria de la energía nuclear civil. Obedeció a errores humanos entre los que no podemos dejar de citar la ausencia de una estructura de contención del reactor (estaba alojado en una suerte de galpón), la ausencia de una autoridad regulatoria independiente de la operadora de la central, un gobierno en los hechos absolutamente desvinculado del organismo internacional de energía atómica y la concatenación de errores técnicos que condujeron a la explosión y evitaron minimizar sus secuelas. Según consta en el último informe de la UNSCEAR (Comité de las Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Nuclear) denominado "Sources and Effects of Ionizing Radiation" (2008) se menciona que el accidente motivó un esfuerzo internacional sin precedentes para mejorar la comprensión de los efectos de la radiación sobre la salud, convirtiéndose en el caso más extensamente estudiado de accidente con exposición a la radiación. De los 600 trabajadores presentes en el lugar durante el accidente, 134 recibieron dosis altas (0,8 a 16 Gy) y padecieron enfermedad por radiación (SRA). De éstos, 28 murieron en los primeros tres meses y 19 murieron entre 1987 y 2004 por diversas causas no necesariamente asociadas a la exposición radiactiva. Asimismo, el informe menciona que la mayoría de los 530.000 trabajadores registrados en las operaciones de recuperación recibieron dosis de 0,02 Gy a 0,5 Gy entre 1986 y 1990. Esta cohorte se halla aún en riesgo potencial de sufrir consecuencias tales como cáncer y otras enfermedades. En los 106 pacientes que sobrevivieron a la enfermedad por radiación, la normalización completa de la salud tomó varios años. Al día de la fecha, Chernóbil se cobró la vida de 30 personas, de las cuales 2 se debieron a la explosión del reactor y 28 al síndrome de radiación aguda.

En 2005, el denominado Foro de Chernóbil -integrado por centenares de científicos, sanitaristas, médicos, etc., provenientes de ocho agencias dependientes de las Naciones Unidas, entre ellas la OMS y la Agencia Internacional de la Energía Atómica- publicó la investigación más extensa y completa sobre el accidente y su impacto en el medioambiente y la salud. Su Director General expresó entonces: "No hemos hallado efectos negativos serios en la población que rodea a las áreas afectadas, ni tampoco una propagación de la contaminación que pudiera significar una amenaza a la salud humana -salvo algunas escasas excepciones en áreas específicas-". Las principales conclusiones del Foro, transcriptas textualmente, fueron: 1) De los más de 200.000 trabajadores abocados a tareas de remediación y emergencia, se estima que unos 2.200 fallezcan como consecuencia de SRA a lo largo de su vida [en total hubo cerca de 600.000 trabajadores destinados a dichas tareas]; 2) Cinco millones de personas viven en zonas contaminadas con radionucleidos derivados del accidente; 3) La mayoría de los trabajadores de emergencia y de las personas que viven en áreas contaminadas recibieron dosis de radiación relativamente bajas, comparables con los niveles naturales para las mismas áreas. En consecuencia, no se ha encontrado evidencia ni indicio de un decrecimiento en la fertilidad de la población afectada; tampoco ha habido ninguna evidencia de incrementos en malformaciones congénitas atribuidas a la exposición de la radiación; 4) Cerca de 4.000 casos de cáncer tiroideo, mayormente en niños y adolescentes al momento del accidente, obedecen a la contaminación derivada del siniestro. Al menos 9 niños murieron por dicho cáncer. No obstante, los niveles de sobrevida en esta subpoblación, a juzgar por la experiencia de Bielorrusia, ha sido del orden del 99%; 5) La persistencia de mitos y malas interpretaciones acerca de la amenaza de la radiación resultó en un fatalismo paralizante entre los residentes de las áreas afectadas; 6) Las enfermedades derivadas de la pobreza, de exponencial crecimiento en la ex Unión Soviética, y los problemas de salud mental se constituyen en una peor amenaza a las comunidades locales que la amenaza de radiación; y 7) El problema de salud pública más importante originado por el accidente es su impacto en la salud mental, parcialmente atribuido a la ausencia de información correcta y precisa. A mediados de 2007, la célebre revista Journal of Environmental Radioactivity (Vol. 96 - Jul/Sept) ratificó los resultados del Foro. Desde entonces, la literatura científica internacional no ha cambiado de opinión en esta materia.