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¡Corsarios en la República Argentina!

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor se manifiesta contrario a las campañas de corso en pleno siglo XXI, sean de la nación que sean.


Palabras Claves
1741, 1982, Blas de Lezo, buitres, Cartagena, corsarios, FOGL, geopolítica, imperialismo, invasión, Malvinas, Néstor Kirchner, Paul Singer, petróleo, Phipps, Premier Oil, Rockhopper, Thatcher, Tierra del Fuego



15-04-2015 | Un repaso histórico y actualización a la cuestión petrolera en las Islas Malvinas, Provincia de Tierra del Fuego.


Debemos abandonar urgentemente el uso del adjetivo "piratas" para calificar a las petroleras que operan ilegal e ilegítimamente en el Departamento Islas del Atlántico Sur, Provincia de Tierra del Fuego. El nuevo término sugerido: "corsarias". La ciudad de Cartagena de Indias y su Museo Naval nos explican por qué.

Cartagena de Indias
La magnífica urbe colombiana fundada en 1533 es portadora de una historia de incontables asedios e invasiones, resistencias gloriosas, tragedias irreproducibles y un papel heroico en las campañas independentistas de comienzos del siglo XIX (Simón Bolívar la llamaba la "heroica Cartagena"). Desde su fundación y por cientos de años, corsarios y piratas holandeses, franceses y británicos le hicieron la guerra y la vaciaron del oro que ya fluía a borbotones por las venas abiertas de América Latina rumbo al Guadalquivir (y de allí a todos los reinos menos al español). Enfrentó también Cartagena (y rechazó) la mayor invasión naval británica jamás padecida por la Patria Grande durante la época colonial. Fue en 1741, cuando cerca de 50 buques de la armada real (de un total aproximado de 180) sometieron la ciudad a un cañoneo de más de 65 días de duración. Noche y día las naves invasoras se turnaban para bombardear las fortificaciones españolas de la heroica Cartagena, guardianas irredentas de una estratégica bahía sin cuya penetración la ciudad se tornaba inexpugnable. Pero la invasión fue derrotada. 180 buques armados hasta los dientes y más de 20.000 hombres no pudieron con el genio militar encargado de las defensas, el teniente general de la armada española Don Blas de Lezo, entonces apodado "Mediohombre" por llevar un garfio, una pata de palo y un parche en el ojo, herencia de sus épicas batallas navales alrededor de Europa. Con apenas 5 navíos y 3.000 hombres, sumado a la fiebre amarilla y a la monumental plaza defensiva del castillo San Felipe de Barajas -la construcción militar más imponente del imperio español fuera de la Península, apostada a las puertas de Cartagena-, el Mediohombre se las ingenió para repeler la gigantesca agresión.


Blas de Lezo, el Mediohombre,

El Sitio de Cartagena, como se denomina a dicha conflagración, se constituyó en la mayor derrota militar británica en territorio americano. Sendas maquetas y relatos escritos y audiovisuales del Museo Naval de la ciudad homónima la destacan como la segunda operación naval de la historia de Gran Bretaña después del Desembarco de Normandía. La comparación es correcta pero adolece de una influencia demasiado, si vale el término, santanderista (Francisco de Paula Santander, enemigo de Bolívar, el Rivadavia-Mitre de la Gran Colombia). La referencia obligada debiera ser la Guerra de Malvinas, y así debería ser explicada la semejanza política e histórica a los visitantes: "el Sitio de Cartagena, la invasión británica a América Latina más importante de la época colonial, prácticamente idéntica a la Task Force despachada por Margaret Thatcher a la Argentina en 1982, con sus 110 naves y 28.000 hombres, en la mayor invasión británica a suelo latinoamericano registrado después de la independencia de España". Pero volvamos a la disyuntiva etimológica entre "piratas" y "corsarios" mencionada al principio, pues aquello que más daño hizo a la descripta Cartagena, como a la América Latina y a la Argentina desde la derrota del programa bolivariano y hasta nuestros días -con su renacimiento chavista y su profundización con los gobiernos populares de la Unasur desde hace más de una década-, aquello que más daño hizo y continúa haciendo no pasa por las invasiones de fuerzas armadas regulares, sino por las operaciones saqueadoras de sus corsarios (propios y cipayos) destinadas a sostener los dominios arrebatados mediante el eterno saqueo de recursos. La cuestión Malvinas es ilustrativa al respecto.


El Sitio de Cartagena. La mayor invasión británica a América Latina de la época colonial. En la época post-independentista la mayor invasión fue Malvinas, en 1982.

El corsario Francis Drake
Los asedios corsarios -los piratas también, aunque mucho menos- fueron la peor pesadilla de la población de la Cartagena colonial. Las pérdidas en vidas, recursos y multimillonarios botines (oro metálico) hacían tambalear las cuentas de la Corona Española. El más nefasto corso (la campaña de saqueo empresarial acometida por piratas legalizados y avalados por la nación saqueadora) que recuerden los cartageneros y cartageneras fue el protagonizado por el corsario Francis Drake. Corsario, y no pirata, porque llevaba patente de corso, es decir, un título otorgado por la máxima autoridad real, el cual lo habilitaba para realizar sus fechorías siempre contra los enemigos de la monarquía (entonces la Tudor de la reina Isabel I) pero bajo pabellón británico y financiada con recursos reales. Drake, al frente de 9.000 hombres atacó, saqueó e incendió Cartagena en 1586. Conoceremos a continuación cómo operan y qué fines persiguen sus discípulos del siglo XXI en el Mar Argentino.

El corso británico-argentino (1983-2003)
El triunfo británico en la Guerra de Malvinas perpetuó a Thatcher en el poder y permitió que su programa ultra-conservador llevara el brutal ajuste hasta sus últimas consecuencias; el triunfo también posibilitó salvar el posicionamiento de la Royal Navy en el seno de la OTAN e, insólitas reformas económicas mediante (como por ejemplo una reforma agraria de la que el propio Lenin sentiría envidia) dotó de inédita prosperidad al olvidado y fusionado interés económico kelper-inglés en las islas (la presión del denominado grupo Lobby Falklands en el Parlamento fue crucial en la escalada británica de marzo del 82 y notablemente semejante al lobby empresarial y banquero que actuó en el Parlamento para apoyar la invasión a Cartagena de 1741 y la anglo-francesa al Río de la Plata en 1845). A la derrota militar argentina en Malvinas le siguió la derrota económica con el "paraguas de soberanía" y la entrega humillante de nuestros recursos ictícolas y petroleros, primero con Caputo y después con Di Tella y Domingo Cavallo. Pero no fue la invasión de 1982, defendida honrosamente por nuestros Héroes, sino el corso británico-argentino que le siguió durante casi dos décadas (piratas extranjeros legalizados más sus siempre dispuestos socios locales) lo que más vulneró al pueblo argentino y latinoamericano. Y el corso prosiguió; ingresó en el flamante siglo y hoy avanza firme, a pesar del fin del ciclo entreguista decretado por los gobiernos kirchneristas e inaugurado por el Presidente Néstor Kirchner en 2007 al cancelar el Convenio sobre Exploración y Explotación conjunta de hidrocarburos suscripto con el Reino Unido en los noventa (autorizaban desde nuestro país el accionar británico-kelper en Mar Argentino, dentro y fuera de la zona en disputa).

Del corsario Drake al corsario Phipps
El corso petrolero británico contra la República Argentina comenzó a mediados de la década del 70, cuando el diputado laborista Colin Phipps -uno de los fundadores de la industria petrolera británica- fue enviado a Malvinas en sendas misiones secretas. Buscaba Londres reemplazar urgentemente la deprimida y única actividad económica de las islas por recursos petroleros e ictícolas, siempre y cuando estuvieran en cantidades idóneas para hacerlo. De lo contrario, las islas caerían en manos argentinas sin disparar un solo tiro. El emisario concluyó esperanzadoramente y sus informes marcaron un cambio dramático en la posición británica por la disputa de soberanía. Phipps, definido por este autor en su libro de 2011 de "pirata", fue en realidad un verdadero corsario al mejor estilo Francis Drake. Becario de Shell, fue miembro del consejo de guerra de Thatcher y fundó, en 1995 y bajo la "estrategia de seducción" menemista y sus concesiones hidrocarburíferas, la primera operadora petrolera corsaria destinada a operar en el Mar Argentino. Había nacido Desire Petroleum, empresa clave en la fase exploratoria que desembocó en los hallazgos de Shell a fines de los noventa, al norte de las islas. La historia continuó así: pocos años después, la firma anglo-holandesa vendió sus resultados a la operadora Rockhopper Exploration, corsaria petrolera crucial para los descubrimientos de 2010 y 2015 (este último anunciado el pasado 2 de abril).

CEOs corsarios y buitres
El corsario Stephen Phipps, hijo de Colin, es distinguido miembro del directorio de la Falkland Oil and Gas Ltd. (FOGL), la petrolera "kelper" con la mayor cantidad de licencias para la exploración y futura explotación petrolera en todo el Archipiélago. La FOGL, que compró a la emblemática Desire Petroleum, es propiedad del Falkland Island Holding, a su vez en poder, entre otros, de Talisman Fund y Fidelity Investments (este último vinculado con los buitres de la American Task Force Argentina). Otra de las operadoras corsarias ligadas al saqueo petrolero en marcha, y dueñas además de los prospectos más prometedores, son Rockhopper Exploration y su socia, la poderosa Premier Oil, ambas en manos de sendos bancos y fondos buitres, muchos de ellos ligados con Paul Singer. Los Francis Drake de estas empresas inventadas para el saqueo de tesoros ajenos con patente de corso otorgado por Downing Street se cuentan por decenas y no son otros que sus distinguidos CEOs.


Los bloques licitados y las operadoras corsarias en Mar Argentino.

Corsarios en la estrategia imperialista
En función de los últimos informes y auditorias presentados por los corsarios petroleros, el crudo en cantidades comercialmente viables comenzará a ser extraído entre 2018 y 2019. Al día de hoy se calcula que solo en dos de los numerosos prospectos de la Cuenca Norte, a su vez una de las cuatro existentes alrededor de las islas, podría producir unos 300 millones de barriles como mínimo. Esto equivale al 14,3% de las reservas comprobadas de la Argentina (al 31/12/13). Sin embargo y como fuera analizado por este autor en artículos pasados, no son, por el momento, las cantidades de crudo lo significativo a la supervivencia de la base militar del imperialismo más poderosa y estratégica en la Patria Grande sino los ingresos que ya recibe la administración colonialista e invasora en las Islas Malvinas y que permitirá, en un futuro cercano, costear los gastos en defensa de la "Fortaleza Malvinas" (que no harán sino seguir creciendo). Es que la única y creciente amenaza para los corsarios y sus amos no son un "populismo" guerrerista sino la alianza entre pueblos y gobiernos pacíficos, verdaderamente democráticos, en vías de emancipación y desarrollo autosuficiente y soberano.

Y aquí es donde los corsarios del nuevo siglo, empresas mediante, juegan un rol fundamental. Son ellos los artífices del virtuoso ciclo financiero especulador entre acciones a la venta y a la suba, anuncios sospechosos, celebradas "amenazas" argentinas que disparan precios, préstamos, auditorias, reactivación de plataformas en desuso en un Mar del Norte con cada vez menos crudo y gas, etc. Generan dinero de la nada que viene a engrosar las arcas de la colonia armada hasta los dientes. Sólo para tener una idea: unas semanas atrás el gobierno de Cameron anunció el incremento del presupuesto en defensa para las islas en 180 millones de libras durante los próximos diez años. Ahora bien, la venta de algunos prospectos en la Cuenca Norte por parte de Rockhopper a Premier Oil en 2012 representarán en impuestos para la administración invasora en el Departamento Islas del Atlántico Sur de la provincia de Tierra del Fuego casi el 50%. Y así, corsarios mediantes, espadachines con participaciones accionarias inventadas en lugar de espadas y arcabuces, generan de la nada los recursos que sostiene el saqueo ictícola y próximamente petrolero, clave económica para la base geopolítica que cuida la retaguardia de la región más rica y antiimperialista del mundo.