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Diario La Nación: como hace 105 años, contra la soberanía y la autosuficiencia energética

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
Aerolíneas, AR-SAT, atentados desinformativos, carbón mineral, cuestión cultural, descubrimiento de petróleo, DGEPC, diario, Estado-nación, Gran Bretaña, Hermitte, La Nación, Mitre, neoliberalismo, Plan Nuclear, Río Turbio, Rivadavia, saboteo, semicolonia, YPF



04-05-2015 | A los atentados desinformativos contra la construcción de nuevas represas hidroeléctricas; a los ataques sin parangón contra el Plan Nuclear Argentino -insertándose además en la vergonzosa maquinación de desprestigio pergeñada por los buitres y la CIA de ligar los desarrollos de nuestro sector nuclear a la supuesta fabricación de bombas atómicas en territorio iraní-; a las virulentas críticas contra todo acuerdo bilateral suscripto por la Argentina que no sea en el marco de un ALCA renovado, diseñado por el Departamento de Comercio de EE.UU.; en suma, a dichas ofensas y ofensivas todas propiedad del diario La Nación -entre otros-, debemos ahora agregar los recientes atentados desinformativos dirigidos contra la Central Térmica de Río Turbio. ¿Por qué obra así el matutino mitrista? ¿Desde cuándo?


Sobre el origen político del diario La Nación
Quiso el fundador del partido unitario, el centralismo porteño y el interés británico en la Cuenca del Plata, Don Bernardino Rivadavia, fundar una semicolonia próspera en estas latitudes, convirtiendo al país profundo en patio trasero de Buenos Aires, y a Buenos Aires en patio trasero de Gran Bretaña. La hazaña del "hombre que se adelantó a su tiempo" fue perfeccionada y llevada casi hasta sus últimas consecuencias por su mejor discípulo, Don Bartolomé Mitre (que si no alcanzó los plenos objetivos fue por la frustrada creación de la República del Estado de Buenos Aires). El generalísimo de la masacre del Paraguay y del genocidio de los pueblos y caudillos de la Argentina autóctona, suramericana, autosuficiente y soberana fundó el diario La Nación, paradójica titulación otorgada por quien oficiaba de simple administrador de intereses foráneos. En efecto, la única "Argentina" que enorgulleció al mitrismo histórico como la que enorgullece al mitrismo en su versión siglo XXI, es la gobernada desde Downing Street y el Salón Oval; es la que se expresa con permiso del Foreign Office y la planificada desde los escritorios de la banca y la industria inglesa y estadounidense.

El problema del "pueblo"
El diario La Nación, máximo heredero y representante de una semicolonia en la Cuenca del Plata, nunca quiso un mercado interno autosuficiente y pujante; aborreció siempre el desarrollo industrial, la ciencia y la tecnología, que si apenitas consintió fue para mejorar apenitas los rindes de la cosecha, la rapidez de la siembra, la elaboración de uno que otro producto de un campo eternamente dominado por la secta esa suya que se da en llamar Sociedad Rural. El diario La Nación tampoco quiso pueblo; en su lugar, quiso y quiere súbditos y siempre en número inferior a las cabezas de ganado que ostentaba con orgullo la Factoría Pampeana en el Centenario (época de máximo apogeo de la oligarquía doméstica), no vaya a ser que las cabecitas negras se metan a carnear vacas por ahí como después de Mayo y hasta el fusilado Dorrego, y se llenen sus estómagos y los de su contaminante prole de jugoso lomo únicamente accesible a los herederos de Diana de Gales y la Reina Victoria. ¡Que no se reproduzca la chusma ni se abastezcan sus neuronas de emancipadoras proteínas para la batalla cultural!

La Nación, el descubrimiento de petróleo de 1907 y el antecedente de YPF (1910)
El diario La Nación quiere que nos sobre de todo, para exportarlo todo, para honrar la semicolonia anhelada por Mitre, Rivadavia, Martínez de Hoz, Cavallo, Menem, Macri, Massa, Sanz y Carrió. No quiere autosuficiencia ni soberanía energética; ni la quiere ni la quiso. ¿Por qué si no la ridiculización, maquinada cuando no desde sus páginas, de la magnífica obra del descubrimiento de petróleo por parte del Estado nacional en 1907? Al día siguiente, La Nación desplegó su "zoncera del agua", haciendo pasar por un hecho fortuito una planificación consciente de argentinos y argentinas decididos a disminuir la dependencia de carbón mineral justamente importado desde Gran Bretaña. Gracias al hallazgo fiscal y una producción que crecía lenta pero invariablemente, nació en 1910 la Dirección General de Explotación de Petróleo de Comodoro Rivadavia (DGEPC), esto es, la primera comisión administrativa estatal a los efectos de planificar, controlar y gestionar la explotación del yacimiento descubierto y la industrialización del producido (la DGEPC fue el antecedente directo de YPF; funcionó entre 1910 y 1922, año en el que pasó a denominarse Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Pues bien, merece la pena rescatarse el siguiente párrafo del decreto de creación de la DGEPC: "...No existiendo minas de carbón en explotación, el aprovechamiento por el Estado en beneficio de la comunidad, del petróleo de Comodoro Rivadavia, a fin de prevenir un acaparamiento por empresas particulares del combustible que requiere el país para aliviar su subordinación industrial y económica con respecto de las naciones que lo exportan, es tanto más conveniente en este caso, cuanto que esas empresas conservarían siempre amplio campo para sus trabajos en otras zonas próximas, al favor del esfuerzo que ha realizado el mismo Estado". ¡Ciento cinco años después, volvemos a contar con YPF y con minas de carbón en explotación para generar energía! Y esto es justamente lo que quita el sueño al pasquín de la semicolonia.

Como hace 105 años, contra la soberanía y la autosuficiencia energética
¿Qué opinión le mereció la DGEPC al diario La Nación? Enrique Hermitte, descubridor del petróleo en 1907 y director de la DGEPC cuenta en su magnífico ensayo "El Estado de la Cuestión Petróleo" (1916) que "la crítica... [de los medios conservadores] se simbolizaba por las palabras lentitud, inacción, incapacidad administrativa y otras expresiones análogas, cuya única virtud ha sido introducir la duda en los ánimos mejor templados, llegándose hasta amenazar los intereses vitales del país, por la atmósfera de desprestigio que se creaba alrededor de la explotación fiscal, predisponiendo así a la opinión para mirar sin sorpresa que el Estado se desprendiese de sus ricos yacimientos". ¿No es igual estrategia comunicacional la practicada por los medios del atraso y la exclusión en relación a los notables hitos registrados desde 2003? La censura a los avances de YPF renacionalizada; las barbaridades sobre Aerolíneas, AR-SAT, el Plan Nuclear y ahora Río Turbio... ¿será que están predisponiendo a la sociedad para que, al momento de una privatización -como ya anunciaron sus figuras políticas-, a nadie le extrañe tal proceder? Hermitte exponía los objetivos detrás del dispositivo cultural emanado del pasquín conservador: "[La DGEPC]... encontró los mayores obstáculos para colocar al combustible nacional, pues la rutina y otros intereses se oponían a ello... Sólo después, cuando el público notó que la guerra [Primera Guerra Mundial] se prolongaría y cuando a la vez se produjo la suba del precio del carbón, o sea en los primeros meses de 1915, empezó la gran demanda de combustible nacional y conjuntamente, las críticas a la acción de la Dirección [de la DGEPC], por no estar en condiciones de poder dar petróleo en cantidad suficiente para sustituir el carbón que faltaba, o que sólo se podía obtener a altos precios". Es decir, la repartición estatal petrolera recién pudo comercializar su propio combustible en el mercado interno cuando el carbón importado de Gran Bretaña comenzaba a escasear por la gran guerra europea. El accionar del diario La Nación se insertaba pues en la lógica de sabotear la producción nacional para que el país siguiera dependiendo de la energía importada. Y cuando se hizo necesario el combustible local, el mitrismo tampoco bajó la guardia: habiendo inhibido por un lustro el posicionamiento público de la empresa fiscal (boicot al consumo) y presionado al Congreso para rechazar mayores partidas presupuestarias a una repartición fiscal calificada de "administrativamente incapaz", criticó a la DGEPC por carecer de la capacidad de sustituir el carbón que lógicamente sus amos reservaban para la movilización de tropas y buques de guerra en la beligerante Europa. En fin, el diario La Nación -el mitrismo histórico como el del siglo XXI- no quiso ni quiere energía argentina para el pueblo argentino, ni para la modernización económica, ni la diversificación del aparato productivo, ni la mejora de la calidad de vida de los 40 millones de compatriotas. El aludido pasquín persigue como máximo objetivo y desde su mismísima fundación edificar una cultura de la dependencia al desprestigiar lo autóctono y estatal, venerando siempre lo extranjero. Su (más que centenaria) razón de ser: sabotear las bases estructurales para la formación y consolidación de una Argentina en calidad de Estado-nación.

Añorados años noventistas
A la hora de hablar de energía, una y otra vez nos recuerda el matutino mitrista con gran pena, cuando en tiempos de orgía neoliberal que por poco no borra a la Argentina y a su pueblo de la faz de la tierra, fijaba el precio de la electricidad el Servicio Meteorológico Nacional (lluvias, bajaba el precio; sequía, lo aumentaba). Extraña el diario La Nación cuando todo lo definía y planificaba la oferta y la demanda de un dios mercado y su glorioso derrame (el FMI en realidad), en el marco de un sistema energético excluyente de seres humanos, provincias y fábricas, limitado a un tendido eléctrico y a un trazado de gasoductos a imagen y semejanza del clásico abanico ferrocarrilero otrora concebido para beneplácito de las chimeneas de Manchester y Londres, en detrimento de una Nación verdaderamente federal, autosuficiente, digna y soberana. A los cuatro vientos grita Bartolomé Mitre desde el diario La Nación: nada de reactores nucleares, nada de estar a la vanguardia oncológica en América Latina (nada de Plan Nacional de Medicina Nuclear); nada de satélites propios, fibra óptica, represas y carbón argentino; nada de provincias interconectadas a la red eléctrica; nada de gas natural, ni petróleo en manos de una YPF bajo gestión pública. Basta de subsidios energéticos que contribuyan a la industrialización, a una producción más competitiva, a la internacionalización de empresas y al comercio de nuestras manufacturas por el mundo. Basta de servicios públicos accesibles y asequibles para las familias argentinas. Basta de Estado y empresas públicas.

Octubre y un nuevo triunfo popular
Bendito diario La Nación, que de republicano, democrático y federal tiene lo que el creador de la deuda externa argentina y el genocida de la Guerra de la Triple Infamia (genocidio que en reciente editorial el citado diario volvió a reivindicar); Bendito diario La Nación, que de republicano, democrático y federal tiene lo que sus paladines del 30, el 55, el 76 y la democracia del hambre y la exclusión que le siguió por un cuarto de siglo más, hasta que la larga marcha de los pinguinos por fin llegó a la Rosada, expulsó al Jockey Club del despacho presidencial y mostró al pueblo el verdadero rostro de una democracia real, que es antiimperialista y popular o no es nada. El diario La Nación, voz y cuerpo de una semicolonia en el Plata; voz y cuerpo de una Patagonia, una Antártida y unas Islas Malvinas rendidas a los pies del invasor colonialista y del terrorismo ecológico de los magnates que, en nombre de una flora y una fauna que sus connacionales ya destruyeron, cercenan a Chile en rodajas inservibles (cabeza de playa para actuar igual de este lado de los Andes); el diario La Nación, voz y cuerpo de un norte argentino eternamente postrado y reinsertado en la lógica de un enfrentamiento con Brasil y Paraguay, como sucedió entre 1955 y 2003; en fin, el diario La Nación, voz y cuerpo de la miseria, la dependencia y el sometimiento es quien ahora nos acerca su nueva y enésima maquinación contra el Plan Energético Nacional, en este caso particular, atacando la explotación del carbón mineral en Río Turbio, explotación que generará más empleo, más desarrollo, más federalismo y más energía para la segunda y definitiva emancipación. Tiembla de miedo el nefasto y panfletario matutino del interés colonial en el Río de la Plata. Octubre está a la vuelta de la esquina y no hay mentira, ni maquinación, ni opereta que consiga frenar un nuevo triunfo de la democracia y del pueblo argentino.