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Por qué el FMI (y Macri) no quieren subsidios energéticos

Autor | Belen Ennis


Conflictos de Interes
La autora no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
ajuste, atraso, cambio climático, causas, defunciones, desarrollo, desigualdad, dióxido de carbono, FMI, fundamentalismo ambiental, industrialización, Macri, OMS, pobreza, subsidios a la energía, subsidios energéticos, tarifazo



11-08-2016 | A pesar de reconocer que los países del G-20 invierten más de 1.000 dólares per cápita en subsidios a los combustibles fósiles -tales los casos de EE.UU. (2.180 dólares), Australia (1.260 dólares) y el Reino Unido (635 dólares), entre otros- el Fondo Monetario Internacional (FMI) brega fervientemente por la quita, o en su defecto la disminución, de dichos subsidios a nivel mundial. En opinión del organismo, la utilización de fuentes fósiles conlleva el advenimiento de una catástrofe climática basada en la producción desmedida de dióxido de carbono. Por lo tanto, el FMI propone que todos los países del orbe reorienten su matriz energética hacia la incorporación cada vez mayor de las vertientes solar y eólica. Pero la cuestión de fondo, ya que de FMI hablamos, no es esa, sino que una energía subsidiada significa energía abundante, barata y accesible para la ciudadanía toda. Y cuando la energía porta tales características, la energía deviene entonces en una fenomenal herramienta de desarrollo social, modernización económica e industrialización.


Subsidios, déficit fiscal y escasez energética
El FMI define los subsidios a la energía como la diferencia entre lo que los consumidores pagan por la energía y los "costos verdaderos" de esa energía, más la tasa estándar del impuesto al valor agregado (IVA) a las ventas del país. Estos "costos verdaderos" incluyen, además, los costos de suministro y los daños que el consumo de energía inflige a la salud de las personas y el medio ambiente. Tales daños, a su vez, se derivan de las emisiones de dióxido de carbono y, por ende, del calentamiento global, los efectos de la contaminación atmosférica en la salud y los efectos de la congestión vehicular.

En este sentido, cuando se subsidia el consumo a la energía la población no estaría pagando lo que los bienes energéticos realmente valen, es decir, su "costo real". Es por esto que la visión empresaria y anti-social del FMI considera a dichos subsidios un problema a escala individual en prácticamente todos los países además de un escollo para la economía mundial y un elemento destructor del medio ambiente.

David Lipton, Primer Subdirector Gerente del FMI, afirmó en su conferencia "Reforma de los subsidios a la energía: El camino por delante" (2013) que en algunos países "la carga fiscal de los subsidios está adquiriendo una dimensión tal que resulta insostenible (…) los déficits presupuestarios están tornándose inmanejables y amenazan la estabilidad de la economía". Además, "los países cuyo sistema político ha engendrado una carga grande y creciente relacionada con los subsidios, en parte para apaciguar a poblaciones descontentas, ahora se dan cuenta de que sufren de parálisis fiscal y escasez de energía", agregó Lipton.

No obstante, aquello que verdaderamente molesta al Fondo Monetario Internacional es la ampliación de derechos. Según el organismo, los subsidios "fomentan el consumo y, por ende, la extracción, lo cual les deja menos recursos a las próximas generaciones" (sic). Una completa barbaridad que no encuentra ningún basamento real y que responde sólo al conservadurismo tan característico del FMI. Como explica Federico Bernal en su articulo "Alto consumo energético per cápita: ¿Malo o bueno?" (ver bibliografía), "la calidad de vida de una población es directamente proporcional a su consumo energético" porque a energía más barata, mayor consumo per cápita, y a más niveles de consumo, mayores el crecimiento del PBI, la expectativa de vida y el Índice de Desarrollo Humano y menores la mortalidad infantil, la delincuencia y la corrupción.

Se trata, palabras más o menos, del mismo argumento que el macrismo utiliza para explicar la supuesta falta de energía (cuestión ampliamente desmentida por este Observatorio en anteriores informes) y el déficit fiscal como consecuencia del "despilfarro" y la "fiesta" que los argentinos vivimos durante 12 años de kirchnerismo (para nosotros, crecimiento exponencial del consumo e incorporación masiva de millones de argentinos a los servicios públicos de luz y gas).

No extraña, entonces, que el Presidente Mauricio Macri y su Ministro de Energía, Juan José Aranguren, también se sirvan de los argumentos del Fondo Monetario Internacional al momento de ensalzar las vertientes solar y eólica en detrimento de las fuentes fósiles. Veamos de qué se trata.

La "regresividad" de los subsidios
En su informe "Reforma de los subsidios a la energía: lecciones y consecuencias" (2011), los investigadores del FMI Carlo Cottarelli, Director del Departamento de Finanzas Públicas, Masood Ahmed, Director del Departamento de Medio Oriente y Asia Central, y Antoinette Sayeh, Directora del Departamento de África, señalan que los subsidios también afectan a los países que tributan la energía porque "esos impuestos rara vez son lo suficientemente elevados como para tener en cuenta todos los efectos perjudiciales del consumo excesivo de energía, entre otras cosas para el medio ambiente". Al mismo tiempo, en otro documento del mismo organismo, denominado "¿Qué tan grandes son los subsidios globales a la energía?" (2015), los especialistas David Coady, Ian Parry, Louis Sears y Baoping Shang, consideran que los subsidios energéticos se han transformado en un problema anual de 5,3 billones de dólares y que su mantenimiento incide negativamente en el crecimiento, la eficiencia y la desigualdad económicos.

En efecto y según estos especialistas, los subsidios a la energía serían altamente regresivos -esto es, perjudicarían precisamente a los grupos de menores ingresos-, al menos por tres razones. En primer lugar, porque suelen favorecer a los mayores consumidores que son al mismo tiempo los de mejores ingresos y los que pueden acceder a la compra, por ejemplo, de electrodomésticos y vehículos; en segundo lugar, porque el Estado direcciona un importante porcentaje de su presupuesto hacia dichos subsidios, descuidando otros elementos relevantes de la inversión pública, como la salud y la educación; y en tercer y último, porque los subsidios estimulan el consumo de combustibles fósiles y desincentivan la aplicación de tecnologías que controlen su efecto contaminante.

Migajas para los pobres
Para alivianar la pesada carga que supondría la quita de los subsidios, el FMI propone políticas focalizadas para los sectores más empobrecidos en lugar de la universalización del servicio. Por ejemplo, afirma el Fondo, "se puede expandir el sistema de autobuses de transporte público, como en Ghana; lanzar programas de distribución de alimentos para los más vulnerables, como en Namibia; o crear programas de empleo del joven y la mujer, como en Nigeria. Otra alternativa consiste en mantener subsidios para los artículos que los pobres usan mucho, como el queroseno, o para el consumo de electricidad por debajo de cierto nivel".

En pocas palabras: "africanización" para el mundo entero. Para los más vulnerables micros y no autos; bolsas de comida y no salario decente; programas de empleo diferenciales y no trabajo digno; queroseno y no gas natural y electricidad. Un discurso similar, por lo conservador y repulsivo, al del Ministro Buryaile que nos invita a no comer carne, al del Ministro Aranguren que nos dice que si la nafta está cara no carguemos el tanque o al del Presidente Macri que nos pide usar pulóver y bufanda adentro de nuestras casas para "ahorrar" energía.

Lo que mata es el neoliberalismo
Sin embargo, habría que recordarles al FMI y a Cambiemos que las principales causas de muerte en el mundo no son producto de los gases efecto invernadero. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2012 las enfermedades no transmisibles causaron más del 68% de las muertes y las cuatro entidades nosológicas principales de este grupo son las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes y las neumopatías crónicas. Por su parte, el segundo lugar lo ocupan las enfermedades transmisibles, maternas, perinatales y relacionadas con la nutrición, responsables de un 23% de las muertes. Y en el último puesto figuran los traumatismos, con un 9% de las defunciones. Asimismo, el FMI oculta que en números absolutos, 28 millones (casi el 75%) de los 38 millones de muertes por enfermedades no transmisibles ocurridas en 2012 correspondieron a países de ingresos bajos y medios.

Pues bien, dado que la mayor cantidad de muertes en el mundo no responde a la producción de CO2 sino a las enfermedades no trasmisibles y que dichas defunciones son directamente proporcionales a escasos niveles de desarrollo productivo e industrial (atraso socioeconómico), también a inexistentes, precarizados o excluyentes servicios públicos de energía queda claro que el más peligroso y mortífero proceso contra el que las clases populares deben luchar no es el cambio climático sino el neoliberalismo, fuente principal de la expansión y perpetuación de las enfermedades, el hambre, la pobreza y la exclusión que padecen miles de millones de personas en todo el planeta. El mismo neoliberalismo que desde el 10 de diciembre nos obliga, en nombre del bienestar de las ballenas, las focas y los osos polares, a transitar un destino "verde" de miseria para millones de compatriotas es.

En las naciones emergentes (países en vías de desarrollo y de la periferia) los subsidios a la energía cumplen un rol estratégico compensador en materia de lucha contra la pobreza, la desigualdad social y el atraso económico, productivo, industrial, científico y tecnológico. De hecho, las naciones hoy desarrolladas lograron su despegue y consolidación capitalista hace ya más de cien años producto de energía barata y abundante, esto es, energía subsidiada. Cuando ahora muchas de ellas nos proponen -por ejemplo a través del FMI- dejar de subsidiar a la energía, nos recuerda el viejo cuento de abrir las importaciones para abrazar el libre comercio cuando es sabido que fueron justamente las políticas proteccionistas y mercadointernistas las que posibilitaron la industrialización y la mejora sostenida de la calidad de vida de los pueblos del denominado Primer Mundo. Volviendo a la cuestión energética, merece la pena repasarse cómo Naciones Unidas la define: "La prestación de servicios de energía adecuada y confiable a un precio asequible, de una manera segura y ambientalmente benigna, y de conformidad con las necesidades del desarrollo económico y social, es un elemento esencial del desarrollo sustentable. La energía es vital para erradicar la pobreza, mejorar el bienestar humano y elevar el nivel de vida".

Cuando la energía es abundante, barata y accesible para la ciudadanía toda, la energía deviene entonces en una fenomenal herramienta de desarrollo social, modernización económica e industrialización. ¿Se entiende por qué el FMI pretende terminar con los subsidios a la energía? ¿Se entiende por qué el neoliberalismo en la Casa Rosada pretende eliminarlos?




Bibliografia
Boletín del FMI: El FMI observa grandes beneficios en la reforma de los subsidios energéticos https://www.imf.org/es/News/Articles/2015/09/28/04/53/soint032713a

OMS. Las 10 causas principales de defunción en el mundo http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs310/es/index2.html

"Reforma de los subsidios a la energía: El camino por delante" Presentación de David Lipton, Primer Subdirector Gerente, Fondo Monetario Internacional http://www.imf.org/es/news/articles/2015/09/28/04/53/sp032713

Boletín del FMI: El FMI observa grandes beneficios en la reforma de los subsidios energéticos http://www.imf.org/es/news/articles/2015/09/28/04/53/soint032713a

Federico Bernal. Alto consumo energético per cápita: ¿Malo o bueno?
http://www.oetec.org/nota.php?id=1922&area=1